Uribe y Yamhure | El Nuevo Siglo
Martes, 22 de Junio de 2021

Las escuelas filosóficas, destacadas y otras desconocidas, de una u otra manera vinculan a los humanos y los afilian o divorcian. Resumiendo especies: Idealismo; Realismo; Escepticismo; Dogmatismo; Relativismo; Subjetivismo; Empirismo; Racionalismo; Existencialismo; Positivismo y otras menos divulgadas; se reconocen afiliaciones afectivas o divorcios enemistados. Fenómenos que vinculan generando intercambios variados y experiencias de lecciones que no se olvidan a consecuencia de la rutina, una secuela del realismo positivo, identificable como el empirismo.  

Este prólogo viene a cuento para dejar constancia y revivir las lecciones de dos maestros amigos que existencialmente predicaron con ejemplo la convicción de sus espíritus: Julio Cesar Uribe Acosta y Eduardo Yamhure Rizkalla, despedidos en los últimos dos meses de este año cuando decidieron largarse del planeta: un ilustre profesor de derecho y magistrado del Consejo de Estado y un odontólogo magistral que distrajo como admirable pintor de paisajes y maestro cultivador de orquídea. Ambos, prácticos de sus consentimientos filosóficos, vivieron solteros compartiendo con lealtad alrededor de sus amigos y alumnos. 

Experiencia personal empírica y existencialista obliga a liderar a estos maestros. El jurista, Uribe Acosta, profesor de la Universidad La Gran Colombia y Decano de la Universidad Católica, entre otras facultades; el odontólogo profesor de la Javeriana, promotor de la orquídea colombiana, presidente de la Fundación Colombiana de Orquídeas y autor literario de paisajes y cultivos forestales. Unas vocaciones ejemplares, ejerciendo sus certidumbres filosóficas: el abogado modelo idealista predicador de las lecciones de Sócrates y el dentista seductor realista y romántico admirador de la belleza de la naturaleza. Sus testimonios los rindieron con sinceridad: el jurista en las sentencias del Consejo de Estado y el odontólogo en sus textos artísticos, amén de la generosidad medica atendiendo a sus pacientes necesitados, auxiliándolos con el apoyo de su amable asistente: Francis Rodríguez.   

Entonces, con la filosofía que predicaban desinteresadamente y por convicción, me ilustraron. Cuando rescaté al maestro de la invasión del Palacio de Justicia y lo conduje a su habitación me refirió que huyó del incendio siguiendo el dogma de no tenerle miedo al miedo: “El miedo toco a la puerta y la fe salió a abrirle y no encontró a nadie”, me relató acerca de su salvación y de todos los colegas que lo imitaron. Y el artista me exhibió las orquídeas y los dibujos, deslumbrándome con su talento y demostrándome que la amistad es la fuente de la alegre existencia y ello se identifica con la prueba de la lealtad. 

Una coincidencia, su amistad con José Galat Noumer, maestro fallecido y su viaje les inculcó que las visas en este planeta se estaban venciendo y según sus convicciones eran sus creencias religiosas. Esa idea de los dos conducía a reconocer una verdad verdadera: no hay eternidad de vivencia física, pero si existe espiritualmente en cuanto se siembra un afecto que florecerá válidamente. El idealismo está en el pensamiento, escuela de Platón. Teorías que con el curso del tiempo se asimilan a la realista. Finalmente, aprendí con mis maestros: hay que existir como corolario de la experiencia.