Pañitos de agua tibia | El Nuevo Siglo
Martes, 20 de Julio de 2021

Varios prestigiosos expertos de diferentes instituciones y universidades han advertido sobre los problemas estructurales que enfrenta Colombia en materia de generación de empleo y superación de la pobreza. Nuestro sistema tributario castiga fuertemente la generación de riqueza, tenemos un Estado costoso financiado por un grupo relativamente pequeño de empresas.

Los países desarrollados y exitosos han basado sus tributos en gravar a las personas naturales y no tanto a las empresas, es decir han decidido gravar el disfrute de riqueza y no su generación. No matan la gallina de los huevos de oro, entienden que los negocios son generadores de riqueza, empleo y bienestar. En nuestro país, por el contrario, las empresas se han convertido en el “paganini” preferido por los políticos a la hora de establecer tributos. El 75.8% del recaudo en impuestos en Colombia proviene de las empresas, mientras en el promedio de los países de la OCDE más del 70% proviene de las personas naturales.

Los políticos colombianos de todos los partidos, tanto de “izquierda” como de “derecha”, creen profundamente en que el camino para erradicar la pobreza es a través de un Estado grande y políticas sociales asistencialistas. Una premisa falsa, solo basta ver las cifras de países como Venezuela, Cuba o Argentina para sacar sus propias conclusiones. Los países exitosos, que han logrado reducir drásticamente sus niveles de pobreza han entendido como bien decía el presidente Ronald Reagan, que la mejor política social es el empleo.

El profesor Luis Guillermo Vélez en múltiples columnas ha explicado que lo que determina la condición de pobreza es la falta de empleo formal. No hace falta tener un doctorado en economía para entender que, si las mayores generadoras de empleo formal de calidad son las empresas privadas, lo que necesita un país para reducir la pobreza son más empresas. Tampoco hace falta ser un prestigioso tributarista para comprender que la receta para más empresas son menos impuestos, que atraigan la inversión y eviten su fuga a otros países.

El Gobierno parecía tenerlo claro en la anterior reforma tributaria, injustamente criticada y destruida por las turbas de la izquierda radical. Esa reforma aumentaba la base gravable de contribuyentes personas naturales, y disminuía los impuestos a las empresas, especialmente las de las pymes que son además quienes más cuidados necesitan, especialmente las que se encuentran en etapas de vida temprana. Tenían claro que el camino de la recuperación poscovid era la generación masiva de empleo, a través de las empresas privadas.

Lastimosamente, las turbas de la izquierda radical destruyeron esta propuesta y lograron que el Gobierno abandonara el camino de los países exitosos. En la reforma socializada en los últimos días decidieron afectar más al tejido empresarial y ahuyentar la inversión. Motivados por empresarios y gremios mercantilistas, (a esos que les encanta destruir la competencia a través de favores políticos) decidieron incrementar el impuesto de renta a las empresas, para financiar una fuerte política social asistencialista. Abandonaron las reformas estructurales que sacan personas de la pobreza, por paños de agua tibia que los condenan a vivir en ella, pero quizás evitan la miseria.