Olímpicos en medio del covid   | El Nuevo Siglo
Jueves, 22 de Julio de 2021

Juegos orbitales, paliativo mundial

* Arranque bajo amenaza de la pandemia

 

Comenzaron oficialmente en Tokio los Juegos Olímpicos más atípicos de la historia: un año tarde, sin público, con grandes restricciones de movilidad para deportistas y delegaciones y la oposición mayoritaria de los habitantes del país anfitrión. Sin embargo, el deporte, en su cita más importante, quiere enviar un mensaje de esperanza y resiliencia a nivel mundial.  

Por desgracia, es innegable que la ola de contagios de covid-19 en Japón durante las últimas semanas está eclipsando el inicio de la XXXII versión del mayor y más importante evento multideportivo del planeta. De hecho, aunque ya arrancaron algunas competencias y están instalados los 70 mil  participantes –entre atletas, periodistas, delegaciones y personal logístico- el riesgo de una suspensión de las justas no desaparece.

Pero la alarma no solo es por la curva en ascenso de contagios, sobre todo en Tokio, sino porque se rompió la barrera de protección sanitaria prevista para los 21 edificios de la Villa Olímpica Harumi Futo, ubicada en una isla artificial, donde se hospedan las delegaciones. Hasta ahora, afortunadamente, es ínfimo el número de deportistas infectados así como el del personal de otras localidades pero vinculado a las competencias.

Esta circunstancia genera gran preocupación porque el eje de la estrategia sanitaria era mantener a los deportistas aislados en una “burbuja”, bajo un esquema estricto de controles desde que partieron de sus países, el viaje, la llegada a territorio nipón y su traslado a la Villa Olímpica. Incluso en esta cada atleta que salga de la misma se debe someter a una prueba diaria de detección del virus y en caso de resultar positiva queda en aislamiento en un sitio especial y, por supuesto, no puede competir. Violar estos protocolos lleva implícito hasta al riesgo de deportación. También está prohibido el consumo de alcohol, así como las celebraciones masivas y eventos culturales de todo tipo.

Japón, que ya había realizado los Juegos Olímpicos en 1964, tenía organizada con máximo detalle y esplendor moderno y ancestral esta nueva versión a concretarse en 2020. Incluso, recibieron 23 millones de solicitudes para un millón de entradas disponibles para los diferentes eventos. Es más, mientras que en 2019 llegaron 32 millones de turistas, para las justas la meta era no menos a los 40.

Lamentablemente apareció la pandemia y derrumbó todos los planes y expectativas. La población pasó del entusiasmo al rechazo mayoritario a realizar los juegos por miedo a la proliferación de nuevas cepas del virus. Se han presentado numerosas peticiones legales a las autoridades solicitando la cancelación de los Juegos, alegando principalmente que a la fecha apenas 20% de los japoneses han sido vacunados.

Es evidente que por las restricciones sanitarias se afectó la fascinante mezcla de las competencias con el aspecto festivo, así como el relacionamiento y el intercambio cultural propio del espíritu olímpico. De hecho, ante la ausencia de turistas, la falta de público y los costos de los operativos de prevención y atención de casos de covid-19, la realización de los Juegos dejará cuantiosas pérdidas, que serían incluso mayores si sobreviene una cancelación a última hora. El Wall Street Jornal estima, por ejemplo, que Japón podría perder el equivalente de un punto de su PIB.

Sin embargo, la decisión del Comité Olímpico es seguir adelante. Evidenciar que el deporte, más aún en el marco de las justas orbitales y acorde con la filosofía de esfuerzo, transparencia y sana competencia que los inspira, quiere dar un paso adelante, servir de ejemplo. Enviar una señal de optimismo y de que el planeta puede y debe salir adelante en este desafío sanitario inédito.

De igual manera, la Organización Mundial de la Salud ha querido darle un enfoque positivo y ético a la olimpíada, llamando a que sea fuente de “esperanza y unidad” global para lograr la equidad en las vacunas y poner fin a la pandemia en todos los rincones del planeta.

Lo importante, más allá de las medallas, los récords, las hazañas y la competencia por demostrar quién es el mejor, es que el mundo, a partir de hoy, vuelve a sentirse uno solo bajo el espíritu y la filosofía inspiradora olímpica, esa misma que relieva no solo la sana competencia sino la fraternidad global por encima de las diferencias. Un mundo unido que no se deja derrotar por las calamidades ni por el confinamiento poblacional ante la amenaza pandémica. Un mundo que, ante todo, quiere evidenciar que, como lo señala el nuevo lema de las justas aprobado por el Comité Olímpico, puede ir "Más rápido, más alto, más fuerte, Juntos", una adaptación del lema original en latín "Citius, Altius, Fortius, Communiter".