Un planeta enfermo | El Nuevo Siglo
Jueves, 29 de Julio de 2021

* Ojo a "puntos de no retorno" climáticos

* Urge timonazo hacia desarrollo sostenible

 

Las alertas sobre el deterioro del planeta continúan sonando cada vez con más intensidad. Semana tras semana se revelan estudios que evidencian que si bien hoy la humanidad parece ser más consciente del riesgo que implica la depredación y degradación del entorno natural y los recursos que este provee, no por ello las políticas y llamados a frenar o amortiguar este lesivo efecto están dando los resultados esperados, al menos no en la dimensión necesaria para disminuir un flagelo que hoy es la principal causa de desastres en todo el globo y que a mediano y largo plazos podría implicar la mayor amenaza a la supervivencia de la propia raza humana.

Una prueba de esa ruta casi que suicida que está siguiendo la humanidad es el estudio publicado esta semana por la prestigiosa revista científica BioScience, en donde un grupo de expertos advierte un alarmante debilitamiento de lo que denominan como “signos vitales” del planeta.

No es un estudio de menor calado. Por el contrario, parte de la declaratoria en 2019 por parte de más de 11 mil científicos de 153 países de la “emergencia climática”. El panel académico global presentó una radiografía de los principales indicadores planetarios y advirtió que su deterioro acelerado podría llevar a la humanidad al riesgo de una “amenaza catastrófica".

Desde entonces, dentro de esta iniciativa se hace un seguimiento muy puntual a cada uno de esos signos vitales planetarios y el último informe es alarmante. No solo se está registrando un aumento sin precedentes de desastres relacionados con el clima desde 2019, sino que también existe una creciente evidencia de que “nos estamos acercando o ya hemos cruzado puntos de inflexión asociados con partes críticas del sistema terrestre, incluidas las capas de hielo de la Antártida Occidental y Groenlandia, los arrecifes de coral de aguas cálidas y la selva amazónica”.

Pero esos no son los únicos flancos de preocupación. De hecho el estudio señala que de las 31 variables o “signos vitales” planetarios, 18 están en nuevos mínimos o máximos históricos. La lista es muy variada, desde los elementos más obvios y recurrentes hasta los menos predecibles. Entre los primeros está que tres importantes gases de efecto invernadero (dióxido de carbono, metano y óxido nitroso) establecieron nuevos récords anuales; la tasa anual de pérdida de bosques de la amazonía brasileña aumentó; el 2020 fue el segundo año más caluroso registrado; tanto el contenido de calor del océano como el nivel del mar llegaron a índices sin precedentes; si bien durante la pandemia hubo un fuerte aumento en la desinversión de combustibles fósiles y el consumo de energía con base en estos, ambos son apenas fenómenos coyunturales. Hay otras circunstancias menos predecibles como que por primera vez el número mundial de animales rumiantes superó los 4 mil millones, lo que representa mucha más masa que todos los humanos y mamíferos salvajes combinados…

Para los autores del estudio es claro que todos estos indicadores reflejan en gran medida las consecuencias “de la implacable situación habitual”. Incluso, a partir del impacto de la crisis sanitaria, resulta evidente -y preocupante al mismo tiempo- que el transporte y el consumo “colosalmente disminuidos” ya no son suficientes para combatir el cambio climático y se requieren, por el contrario, cambios transformacionales más drásticos en el sistema productivo.

Otro de los aspectos novedosos del referido estudio es la conclusión de que se debe dejar de considerar la emergencia climática como un problema ambiental independiente. Esto bajo la tesis de que el calentamiento global, aunque ruinoso, no es el único síntoma del sistema terrestre en apuros, sino solo una de las muchas facetas de la acelerada crisis ambiental.

Otro cambio de paradigma que llama la atención es el llamado a que las políticas para aliviar la crisis climática o cualquiera de las otras transgresiones de los límites planetarios en peligro no deben centrarse tanto en el alivio de los síntomas, sino en abordar su causa raíz, que no es otra que la sobreexplotación de la Tierra.

Como se dijo al comienzo, los campanazos sobre el daño irreversible que se le está haciendo al planeta cada vez son más frecuentes, llevando a que exista mayor conciencia en gobiernos y población sobre la gravedad de la actitud depredadora y destructora del ser humano. Sin embargo, los planes hasta el momento adoptados dejan mucho que desear. Es momento de tomar medidas más audaces en materia de desarrollo sostenible, explotación racional de recursos y protección de la biodiversidad, haciéndolas no solo vinculantes sino obligatorias a todos los países, so pena de fuertes sanciones ya que se pone en peligro la vida de todos. Solo así el planeta, que hoy está enfermo, no entrará en cuidados intensivos, tal como lo sugiere el deterioro de sus signos vitales.